Hace años llegó a mis manos un catálogo de una artista de la que nunca antes había oído hablar y tras leerlo, me quedé realmente impactada. Su arte no es bello estéticamente, muchas veces resulta incluso desagradable, pero es muy comprometido socialmente y arriesgado, luchando y criticando abiertamente a través de sus creaciones el crimen organizado mexicano. Por eso, porque me parece realmente interesante, le dedico hoy mi post semanal a ella, a Teresa Margolles.
Teresa Margolles (Culiacan, Sinaloa, México 1963) estudió Medicina Forense y Ciencias de la Comunicación en la Universidad Autónoma de México. Artísticamente irrumpió en la
década de los noventa con el grupo SEMEFO (Servicio Médico Forense) en la escena
underground mexicana, inicialmente dentro del ámbito de la música con un grupo
de metal rock, para pasarse al poco tiempo al circuito artístico de la ciudad.
Catafalco,1997
En el año 1997 se independizó del
colectivo y comenzó a producir en solitario, siguiendo la misma estética que
había compartido con sus compañeros pero desde una actitud más arriesgada y
radical. Esta creadora ha explorado
artísticamente durante todos estos años el mundo de los muertos, fallecidos por
causas violentas y no esclarecidas. Muertos que debido a la escasez de medios
de sus familiares, no pueden recibir una sepultura digna y pasan al olvido.
Las obras de Margolles pueden
resultar muy polémicas desde el punto de vista ético e incluso legal, ya que en todas
ellas hay un contacto directo con el muerto; violando todo tipo
de normas sociales y sanitarias. Ha llegado a exhibir desde la dermis de
jóvenes fallecidos pobladas de tatuajes, la lengua de un chico con un piercing hasta
instalaciones en las que usa el agua con la que lavan los cadáveres y que entra
en contacto directo con los espectadores de la obra.
En el aire, 2003 (burbujas hechas con agua de la morgue)
Margolles no
comercializa con todas sus creaciones, las obras en las que utiliza partes del
cuerpo humano no están a la venta, son
un homenaje a ese cadáver que iba a ser olvidado y una denuncia a la sociedad
violenta en la que vivimos, donde parece ser que la vida de algunas personas no
vale nada. De hecho la artista opina cómo hasta en la muerte, existen jerarquías
y ella precisamente se ocupa de la más baja, de los olvidados.
Teresa Margolles se encuentra
cómoda en un ámbito en el que no mucha gente lo consigue y juega con las
emociones del espectador, que no sabe en la mayoría de los casos a qué se va a
enfrentar, produciéndole en numerosas ocasiones repulsión. Consigue dar voz a
aquellos a los que intentaron arrebatársela mediante la violencia, la corrupción
o la criminalidad, recobrándola a partir de sus creaciones con más fuerza que
nunca.
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